La batalla de Camarón, o “Camerone” en francés, se enmarca dentro de la guerra entre Francia y México a mediados del siglo XIX. La guerra estalló como consecuencia de la invasión de México en 1861 por parte de Francia, España y Gran Bretaña. México estaba gobernado por el gran presidente Benito Juárez, quien al iniciar su gobierno pidió una moratoria en el pago de la deuda externa a las potencias de Europa, al no poder afrontar los pagos inmediatamente como le exigían estas potencias. Como si de matones mafiosos se tratara, estas potencias invadieron México con sus ejércitos para forzar al gobierno de Juárez a pagar sus deudas. Juárez ordenó no oponer resistencia para evitar una guerra y mandó una comisión diplomática a negociar con Juan Prim, general español representante de la Triple Alianza entre España, Gran Bretaña y México. Como resultado de estas negociaciones se llegaron a los acuerdos de “La Soledad”, el 19 de Febrero de 1862, mediante los cuales México emitiría unos bonos de garantía para pagar su deuda. España y Gran Bretaña aceptaron el acuerdo y retiraron sus ejércitos, pero Napoleón III, emperador de Francia, se negó a marcharse. En aquellos años Francia era la nación más poderosa de Europa y sus ejércitos eran considerados invencibles, así pues decidieron aprovechar su superioridad para apropiarse de México, practicando un nuevo colonialismo, basado en el control económico y político, en vez de la colonización total. Francia aprovechó la debilidad política de EE.UU., que estaba en plena guerra civil y no podía intervenir en ayuda de México.
La primera acción militar del general francés Charles Ferdinand de Lorencez, al mando de 6000 hombres, fue un intento de tomar la ciudad de Puebla, pero fracasó y tuvo que pedir unos refuerzos de 20000 hombres a Francia. Estos refuerzos, al mando del general Elie Frederic Forey, llegaron a principios de 1863. Entre ellos se encontraban 3 batallones de la Legión Extranjera Francesa al mando del veterano coronel Jeanningros. Al principio de las operaciones militares contra los ejércitos de Juárez, los legionarios franceses se dedicaron a tareas logísticas de vigilancia de convoyes de suministros en zonas donde abundaba la malaria, ya que siempre se encargaba a los extranjeros de la Legión las tareas más duras y peligrosas. La Legión había sido creada en 1831 como una unidad de choque formada por soldados extranjeros y mandada por oficiales franceses. Su objetivo era luchar en las zonas más duras como tropas de choque y ahorrar así vidas entre los naturales de Francia, desangrada tras las Guerras Napoleónicas. Era un cuerpo único en el mundo ya que tenía una fuerte cohesión interna, los extranjeros se unían por fuertes lazos de camaradería ante el rechazo que sufrían por parte de la sociedad. Los legionarios amaban a la Legión por encima de todas las cosas, era un hogar para los que no tenían hogar ni futuro, una religión en la que estaban hermanados. Diversos conflictos como las durísimas guerras de Argelia y Crimea habían hecho de la Legión Extranjera un cuerpo de élite, que siempre luchaba al máximo y sufría muchas bajas.
El 15 de abril de 1863 partió desde Veracruz un convoy compuesto por 64 carretas que llevaban municiones y cañones al ejército que atacaba Puebla y cofres con 14 millones de pesos en plata y oro para pagar a las tropas francesas. Los espías mexicanos rápidamente se enteraron del envío y lo trasmitieron al coronel mexicano Francisco de Paula Milán, que organizó rápidamente un ejercito destinado a capturar el convoy. Para ello reunió a tres batallones de infantería de la Guardia Nacional de las ciudades de Veracruz, Xalapa y Córdoba, en total 1200 hombres, además de 800 hombres de caballería, entre irregulares y lanceros. La caballería mexicana irregular era una tropa muy móvil y muy bien armada con rifles de repetición Remington y Winchester y con revólveres Colt, fabricados todos ellos en EE.UU. Era una tropa casi de élite, que en vez de hacer cargas suicidas con lanzas y sables al estilo de la época, se dedicaba a abrasar a tiros a sus enemigos. Así pues este ejercito de 20000 hombres, entre infantes y jinetes, partió a apropiarse del convoy.
La casualidad hizo que el coronel René Jeanningros, jefe de los 3 batallones de la Legión, que estaba acampado en Chiquihuite, se enterara por una mujer mexicana que los mexicanos de Milán atacarían el convoy a la altura de Palo Verde. La mujer era hija de un sargento de Milán y escuchó el plan de boca del propio Milán mientras se lo contaba a su padre. La mujer escuchó que los atacantes no dejarían testigos con vida y decidió recurrir a los franceses para salvar a su enamorado, que viajaba en el convoy. El coronel Jeanningros no podía dejar Chiquihuite sin guarnición y decidió mandar a la mujer al pueblo de Soledad, donde estaba el convoy para alertarles. Su ayudante de estado mayor, el capitán Jean Danjou pensó que la mujer podía ser descubierta y no llegar a tiempo y decidió junto con los tenientes Villain y Maudet llevar una compañía de la Legión a Palo Verde esa misma noche para hacer un reconocimiento al amanecer por la ruta de Soledad y ver si el convoy había sido alertado o no.
Los tres oficiales al mando de la patrulla eran veteranos expertos de la Guerra de Crimea y las campañas de Italia contra los austriacos. El capitán Danjou era un veterano de 35 años que llevaba más de 10 en la Legión. En 1853, siendo teniente de la Legión en la Guerra de Crimea, perdió una mano, al disparársele por accidente el fusil, pero Danjou se sobrepuso a la tragedia y mandó que le fabricaran una de madera para poder seguir en el ejército. Tras esto se cubrirá de gloria en el asalto a Sebastopol y será ascendido a capitán. Posteriormente participará en la campaña de Italia contra los austriacos. Danjou se distinguirá en las sangrientas batallas de Solferino y Magenta, en 1859, las cuales fueron tan trágicas que dieron lugar a la creación de la Cruz Roja, para ayudar a los heridos en combate. El teniente Villain, de 27 años, era también un veterano que fue herido en la batalla de Magenta. Por su valor en esta batalla fue nombrado “Caballero de la Legión de Honor”. El subteniente Maudet tenía 34 y también había participado en la Guerra de Crimea, donde había ganado una medalla por seguir luchando tras ser herido.
Junto a estos 3 oficiales partieron 5 suboficiales, 6 Cabos y 51 Legionarios de la 3ª Compañía del Batallón Regnault. De la tropa destacaban el sargento belga Jean Germys, condecorado en Crimea y herido en Italia, el cabo André Pinzinger, de Bavaria, con 9 años de servicios y con varias medallas ganadas en Crimea e Italia y el soldado Louis Maine, de 30 años, francés, sargento en Crimea y uno de los que plantaron la bandera francesa sobre la cúpula de la Torre Malakoff, siendo nombrado por ello “Caballero de la Legión de Honor”. El Sargento Maine hubo de renunciar a su rango para poder ir a México, ya que había suficientes plazas de suboficiales y partió como soldado raso. Otro soldado destacado fue Evaristo Berg, un subteniente francés de buena familia, que abandonó todo por ingresar anónimamente en la legión como soldado, llegando a ser cabo posteriormente.
El Capitán Danjou con la tropa mencionada y dos mulas con víveres y municiones partió el 30 de Abril de 1863. Tras la marcha nocturna y según lo planeado llegaron al amanecer a la aldea de Camarón, o Camarone, como la llaman los franceses, un conjunto de chozas de adobe y paja medias destruidas que con un conjunto de casas residenciales formaban lo que la “Hacienda de la Trinidad”, perteneciente a la familia Alarcón y abandonada por la guerra. Tras pasar la hacienda se dividieron en dos columnas para hacer un reconocimiento en un bosquecillo localizado entre la hacienda y Palo Verde, su punto de destino. Mientras las dos secciones estaban descansando en el bosquecillo de Palo Verde, unos legionarios descubrieron una polvareda cerca de Camerone, eran las tropas mexicanas y se dirigían en su dirección. Tras volver a reconocer el bosque las tropas regresan a Camerone, donde reciben disparos de francotiradores aislados. Tras ahuyentarlos la tropa busca agua infructuosamente. El tremendo calor y la dura marcha por el espeso bosquecillo, buscando al enemigo les había dejado sin una gota de agua
La compañía sin agua y no encontrando nada ni nadie, decide regresar a Chiquihuite, pero a los pocos metros de marcha descubren a los “Lanceros de Orizaba”, caballería mexicana del grupo de Milán y comandada por Joaquín Jiménez, que informado del número de legionarios por sus exploradores, divide a sus hombres para rodear a los legionarios. La compañía de legionarios forma en cuadro para hacer frente a los lanceros, con las mulas en el centro. Pero las mulas se espantan con el ruido y se escapan, siendo capturadas por el enemigo, quedándose los legionarios sin provisiones ni municiones extras. Tras rodearles, Jiménez ordena cargar a sus lanceros, que se lanzan al galope y lanza en ristre contra el cuadro, pero las certeras descargas de fusileria que lanzan los legionarios al grito de “¡Viva el Emperador!”, les detienen y les desbandan. Tras esto y para evitar nuevas cargas de caballería en campo abierto, Danjou decide parapetarse tras un pequeño muro y una valla de cactus que llega hasta la hacienda. Danjou esperaba que guarnición de granaderos del capitán Saussier que defendía el cercano Paso del Macho escuchara los disparos y acudiera en su ayuda. Tras rechazar una nueva carga y mientras el enemigo se reagrupa, Danjou decide replegarse para refugiarse en la hacienda antes de que una nueva carga acabe con los legionarios. En el repliegue hacia la bautizada por los franceses como “Hacienda Camerone”, son duramente acosados por la caballería y han de parar varias veces a lanzar descargas. Aún así logran llegar la mayoría, perdiendo solo 16 hombres.
Una vez en la hacienda y tras desalojar a varios mexicanos que la habían ocupado, los legionarios abren aspilleras en los muros para disparar y levantan barricadas. Tras esto Danjou ordena al sargento Morziki subir al techo para vigilar al enemigo. El sargento le comunica a Danjou que están rodeados de miles de enemigos. No sólo por las tropas del coronel Milán sino por cientos de guerrilleros y tropas irregulares que se habían unido al grupo de Milán esperando tener una parte en el botín obtenido al asaltar el convoy.
Mientras esperan el ataque, los legionarios combaten el calor y la falta de agua con una solitaria botella de vino. Los mexicanos mandarán a las 9:00 horas un emisario pidiendo la rendición del grupo ante la gran superioridad mexicana, miles de hombres, frente a los menos de sesenta del grupo legionario. El sargento Morziki le comunica al emisario desde su puesto en el techo que no se rendirán jamás. Tras esto los mexicanos lanzan continuos ataques en pequeños grupos, que son fácilmente rechazados por los legionarios, que sólo disparan sobre blanco seguro, ante la escasez de municiones.
Ataque tras ataque los mexicanos van ganando terreno y ocupan los muros externos y los establos, replegándose los legionarios hacia los muros del patio central de la hacienda. Posteriormente Danjou es abatido a las 11:00 horas, recibiendo un certero disparo en el pecho, disparado por francotiradores mexicanos que disparan desde el establo. Villain tomó el mando de la Compañía, los legionarios desde el patio combaten duramente y causan tremendas pérdidas a los atacantes, que no cesan de avanzar. En un momento dado los legionarios escuchan toques de corneta y ven una columna avanzar, todos piensan que son los granaderos de Saussier que vienen en su ayuda desde el Paso del Macho, pero el sargento Morziki les informa desde el tejado de que en realidad se trata de una nueva columna de infantería mexicana. Tras rechazar nuevas ofertas mexicanas para que se rindan al grito de “mierda” los legionarios sufren de nuevo ataques constantes. A las 14:00 horas el teniente Villain es abatido por francotiradores mientras atravesaba el patio. Maudet asume el mando y los legionarios siguen combatiendo como demonios furiosos, rechazando ataque tras ataque y llenando los alrededores de cadáveres de mexicanos.
El coronel Milán tras ver las numerosas pérdidas cambió de estrategia y decidió asfixiar a los defensores con humo aprovechando el viento, amontonaron paja y prendieron fuego a los establos y otros edificios. Tras un breve incendio el humo llenó el patio y los mexicanos aprovecharon para avanzar tomado posiciones muy favorables. Maudet, para entonces ya sólo cuenta dieciséis hombres en total de los 65 que formaban la 3ª Compañía para enfrentarse al asalto final. Tras una nueva oferta de rendición a la que no contestan, los legionarios sin apenas municiones reciben un furioso ataque que muchas veces tienen que rechazar a la bayoneta, uno a uno van cayendo. A las 18 horas ya no quedan más que cinco legionarios, los cabos Maine y Berg y los soldados Constantin, Leonard y Wensel. Tras acabárseles todas las municiones, el teniente Maudet, viendo que era el fin, les ordenó cargar a la bayoneta para morir como valientes. Gritando vivas a Francia y al Emperador los 5 supervivientes cargan, siendo acribillados a tiros por los mexicanos. Maudet cae herido y mueren dos soldados, los tres restantes son arrinconados y tras parlamentar se rinden ante el coronel mexicano Ángel Lucio Cambas, bajo la promesa de que se les respetarán armas y equipo y sus heridos serán atendidos.
En total, quedaban 23 hombres vivos de la 3ª compañía, estaban heridos 20 legionarios que junto al teniente Maudet, fueron transportados al hospital de Jalapa. Posteriormente moriría Maudet a causa de sus graves heridas, siendo enterrado con honores militares por los mexicanos. Los legionarios habían sufrido 26 muertos en combate: tres oficiales y 23 soldados, el resto de soldados y oficiales supervivientes estaban heridos. Los mexicanos habían perdido en el combate a más de 300 hombres. Además, los legionarios habían salvado al convoy que pretendía asaltar Milán, que consiguió evadirse al escuchar los disparos de la batalla. El convoy llegó a su destino y finalmente Puebla fue tomada con ayuda de los cañones y municiones del convoy. El capitán Danjou había salvado el convoy con su intervención voluntaria, además de causar graves perdidas a los mexicanos, convirtiéndose él y toda la 3ª compañía en héroes.
Al día siguiente de la batalla, el coronel Jeanningros llegó a la zona al frente de una columna de rescate, pero ya era tarde. Los mexicanos habían partido, dejando en una fosa común solo los cadáveres desnudos de los legionarios caídos en combate, devorados muchos durante la noche por los voraces coyotes. El coronel se encontró también a Casimiro Lai, el tambor de la compañía, que estaba gravemente herido y fue dado por muerto. Casimiro consiguió salir de la fosa y sobrevivir para poder informar al coronel Jeanningros de la batalla de Camerone. Entre los restos de la batalla, el coronel encontró la mano de madera del capitán Danjou, que desde entonces se veneró como una reliquia en el cuartel general de la Legión Extranjera Francesa en Sidi-bel-abbés, en Argel. Hoy en día se sigue venerando la mano de Danjou en el nuevo cuartel de la Legión, en Marsella. En Camerone la Legión había escrito su página más gloriosa, unos hombres decididos habían ido más allá de su deber, salvando al convoy y muriendo valientemente por ello. Había nacido el “Beau-Geste”, dar la vida desinteresadamente por la Legión y sus valores.
Tras la batalla de Camerone y la toma de Puebla, los franceses dominaron fácilmente México e instauraron el 10 de abril de 1864 a Maximiliano de Austria como emperador del país. Pero Juárez no se había rendido y seguía luchando con sus tropas contra Maximiliano y los franceses. Posteriormente Napoleón III le dejó solo al retirar sus tropas de México por la presión de los Estados Unidos, que ya habían resuelto su guerra civil, y por necesitar todas sus tropas frente a una posible guerra contra Prusia. El 19 de junio de 1867 el emperador Maximiliano fue fusilado por los juaristas, poniendo así fin a las intervenciones de Europa en los asuntos mexicanos.
© 2007 – Autor: Marco Antonio Martín García