sábado, 2 de mayo de 2015

Penthin EL TREN, LA BESTIA

Jóvenes Pentas,les presento a mi cuarto hijo, la figura está en manos del artista Pasomachense, Héctor Hector Alberto Mange Schettino, que labora para Ánima Estudios, empresa que diseña los dibujos de "El Chavo". Espero sus comentarios


El tren sacudía los cuerpos de los polizontes. Cada vez que lo hacía, los hombres y mujeres creían que saldrían disparados lejos del gusano de acero. 

“La bestia”, así le llamaban al transporte de carga de una empresa norteamericana, que parte de Tapachula, Chiapas, al Valle de México.
iban sudorosos, con la ropa impregnada de olor a mugre, sarro y a vapores soltados por todos lados, pues habían atravesado por un aguacero hacía unas horas. La oscuridad se va tragando los lugares recorridos. 


Al final del tren, una pequeña silueta va, alejado del grupo, no se ve bien, por la oscuridad, solo el contorno, que permite adivinar un niño vestido de soldado. Un tipo de aspecto salvadoreño se le intenta acercar, pero cuando llega el pequeño cuerpo ya no está. Perece que era un fantasma.

Son como las 3 de la mañana, La Bestia comienza a descender la velocidad, todos se alarman. Son centroamericanos los polizontes, entre ellos muy poco hablan, mujeres y hombres que sienten aterrados que los van a bajar para asaltarlos y a las mujeres, violarlas.

Se tratan de mirar, entre la oscuridad, solo se escuchan rumores, a lo lejos, “son los “maras”, estamos en Tabasco.
-No, este es territorio de Veracruz, parece que sí estamos entrando a la zona veracruzana, deben ser los de la letra“S”, - dice otra voz.
Los enceguecen las enormes lámparas a los costados de las vías, alguien de los pasajeros intenta descender de golpe y correr, es rozado en una pierna por una bala salida de entre las luces.

-¡Bajen¡, uno por uno, si alguno se quiere morir, de una vez que corra -dice una voz tras las luces.
Los bajan a culatazos, a varillazos, los tiran en el suelo, son cerca de 150 hombres, mujeres y un niño los obligados a bajar.
Separan sus mochilas, las esculcan.
-A ver hijos de la … ¡quítense la ropa!, vamos a ver si no traen dolaritos guardados en el rabo.
-Jefe alguien está allá arriba, no se ha bajado, creo que es un chamaco.
-A ver ustedes dos, “liebre”, “mono”, trépense allá en el techo y bájenlo a tiros, quiero verlo caer acá todo agujerado –ordena el que lidera el asalto. 

Suben, ven una sombra que corre por encima de los vagones, comienzan a realizar disparos hacia esa silueta. Hasta allí no llegan las luces de los costados. 

Llegan hasta la locomotora, pero no hay nadie allí en el techo.
-Diablos, creo que le atiné, debe haber caído por allá, jajaja
Dos manos se asoman, de un cuerpo colgado de un extremo del carro. Haciendo un “salto de salmón”, el pequeño cuerpo se eleva, cae de pie, gira en Salto de Comando, para estrellar sus botas en las rodillas de los sujetos, luego se endereza más rápido que el rayo y hunde sus dedos de ambas manos en los ojos de los tipos, que dejan caer sus armas. El pequeño militar, gira sobre el cuello de uno de ellos, haciendo, para dejarlo caer al vacío. Lo mismo hace con el otro.
-¿Qué madres pasa allá arriba?, ya bájense, “mono”, “liebre”, repórtense
-Responde solo el silencio.
-Suben 4 sicarios al techo, con armas largas, mostrando entrenamiento con sus movimientos rápidos. Se tiran pecho tierra, avanzan hacia la punta del tren. Allá adelante, una mira telescópica los observa.
Una silenciosa canica se estrelle en el ojo del delincuente, luego en el siguiente. Balas frías, certeras, que les aplastan los ojos.
Son canicas lanzadas con una resortera, lanzadas por unas manitas con guantes negros.
-Son canicas raspadas, semi resquebrajadas y humedecidas en mezclas de ácidos y químicos irritantes. 

Los hombres se tallan desesperados las heridas, pero solamente logran hundirse más los pedacitos de cristal entre las cuencas, tratan de caminar, pero pierden el piso y van a caer fuera del tren.
El pequeño cuerpo salta hacia un árbol, desciende, se mete en la maleza, se dirige a donde está el campamento de los hombres, a unos cien metros del tren. Un solo vigilante escribe en su celular, entretenido. Siente un golpe en la nuca y queda dormido. 

Las estaciones de radio de las policías, escuchan una serie de detalles de lo que ocurre. "Un asalto al tren de carga, lo están saqueando, son empresas extranjeras que perderán su mercancía, las coordenadas son las siguientes…" Están recibiendo la señal de la misma frecuencia de los delincuentes, que usan para monitorear a las corporaciones policíacas. Es voz de un niño, al parecer la que transmite. 

Era mentira, pero si decían que era un asalto a ilegales, nadie llegaría, mejor, decirles que si las empresas extranjeras perdían su carga, entonces habría problemas porque a ellos, los americanos, no se les debe robar. 

Un helicóptero sobrevoló el área en minutos, se comenzó a escuchar el ulular de las sirenas.
Los delincuentes tuvieron que huir, no esperaban verse interrumpidos. Dejaron tras de sí a los ilegales, que siguieron tirados en el piso, con las manos atrás de la nuca.

El pequeño cuerpo, fue con el maquinista, le advirtió que “dicen tus amigos que declararán que formas parte del asalto al tren, si los llegan a detener, así que es mejor que te apures a avanzar la carga”.
Las víctimas subieron trabajosamente al tren. Unos tenían marcados golpes de tablas. El pequeño cuerpo sacó de entre su mochila material de curación, comenzó a aplicarles en las heridas, entre la expectación de los pasajeros. Atendió el pasajero rozado pro una bala. Sus manos eran rápidas como cualquier enfermero. 

Los polizontes lo miraban con expectación, -¿Quién eres? ¿A qué te dedicas?, por qué vienes con nosotros, tú no eres ilegal, -le preguntan. 
No responde.
Una mujer preguntó – ¿Y por qué te vistes así?, como soldado, debes tener 11 años si acaso. 
El pequeño héroe, solamente se dirige a uno de los niños que va en ese tren. Le habla en voz baja, casi al oído.
 -Penthín, mi nombre es Penthín Kanek. Tengo entrenamiento militarizado, no soy militar, le dijo vendaba la cabeza de otro herido. Aprendí a curar heridos, combatir físicamente, perder el miedo a todo, dentro de la austeridad, durmiendo poco, siempre alerta. Voy al norte como ustedes, porque tengo algo importante que hacer allá, salvar niños como tú. Mi misión es salvar niños, te ví en peligro y por eso tuve que actuar.

Creo que ya no los molestarán en adelante, ya pasaron las zonas más peligrosas. Tengan cuidado, tú observa siempre, antes de caminar, a tu alrededor, observa cada detalle, mira las caras de todos, escucha y memoriza. Observa que no todos fueron golpeados y que algunos se alejan del grupo. Es porque no todos son inmigrantes, sino parte de esos delincuentes. Los humanos tenemos olfato y oídos, como los animales, pero hemos dejado de percibir las señales, el peligro, que siempre avisa. 

El tren se detuvo en la estación de Coatzacoalcos. La prensa, un sacerdote católico y mucha gente esperaban el tren, para solidarizarse con las víctimas.
Los ilegales narraron lo que habían vivido, que un niño los había salvado.
-¿Un niño?, ¿dónde está ese niño?
-Allá, miren… no, ya no está, venía arriba de ese vagón.
Todos corrieron a buscar, pero solamente alcanzaron a ver un pequeño cuerpo, con botas, casco mochila, vestido de gris acero, saltando de vagón en vagón y de un tren a otro tren, para perderse entre los talleres abandonados. Eran las 6 de la mañana. 

Desde ése día y los siguientes, el misterio crecería en el morbo de la gente, “Un niño soldado, salvó la vida de decenas de ilegales, a manos de la delincuencia”, rezarían los periódicos, naciendo así la leyenda de Penthín Kanek, el Niño Militarizado… (continuará)

Hugo Morales Alejo, periodista, comunicólogo, Dos Premios Nacionales de Periodismo. Dirige la Agencia de Noticias LaNigua.com, en Córdoba, Veracruz. Radica en Paso del Macho, Veracruz.

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