Un joven Penta, no le hace ningún mal a nadie, al estar formándose con disciplina y ejercicio. Pero aún así, al adulto en general esto le molesta.
Un joven llega al Penta, con toda su energía y
positivismo, a una fantástica aventura, pero a la vez enfrenta
enormes fuerzas que lo jalan hacia afuera.
Son invisibles esas fuerzas que existen para
arrebatarle al Penta a sus jóvenes.
EL
MIEDO DE LOS PADRES, QUE LO TRANSMITE A LOS HIJOS
Cuando
los padres creen que el proteccionismo es amor, convierten su obsesión en cárcel.
Impiden a los jóvenes sentir el sol, el frío, el viento, la lluvia, pero
sobretodo ese ambiente de sana libertad. Pero el temor a una lesión, a que se “enferme”,
por exposición al sol, al agua, al viento y al frío, a no estar cerca del joven
con el suéter o el paraguas a la mano, convierte al joven, en dependiente, en cómodo, en dictador, haragán y en un
inútil, que dependerá siempre de otros, para sobrevivir. El padre lo está destinando
a que será obrero de otros, esclavo de otros, cuando no esté el papá o cuando
no tenga las fuerzas de seguirle dando esa comodidad.
EL
EGOÍSMO DE LOS ADULTOS
Cuando
un Penta es feliz, ocurre como la historia aquella de
“La Serpiente
y la Luciérnaga”:
Cuenta la leyenda, que una vez, una serpiente empezó a perseguir a una
luciérnaga; ésta huía rápido y con miedo de la feroz depredadora, pero la
serpiente no pensaba desistir. Huyó un día y ella no desistía, dos días y nada.
En el tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y dijo a la serpiente:-
Puedo hacerte tres preguntas? - No acostumbro dar este precedente a nadie,
pero como te voy a devorar, puedes preguntar. -¿Pertenezco a tu
cadena alimenticia? -No. -¿Yo te hice algún mal?- No. - Entonces, ¿Por
qué quieres acabar conmigo? -¡Porque no soporto verte brillar¡.
Cuando un joven nuestro está en su mejor momento, no falta el tío, el
abuelo, el padrino, el vecino metiche, el falso amigo, que arremeta contra los
padres diciéndole, “estás loco?, por qué mandas a tus hijos allá?, no ves que los
maltratan?, quieres que se te muera?, mira a tu hija, parece machorra haciendo
ejercicios de hombre”. Y, el padre, de por sí lleno de miedos, saca al muchacho
o señorita, para beneplácito del metiche, que oculta su envidia de la vida sana
que llevaba el pentathleta, para condenarlo a parasitar y ver con nostalgia, cómo
pasan sus triunfadores ex compañeros.
Cuando ven que su estrategia no funciona, llegan a la infamia de calumniar,
diciendo que “luego los preparan para sicarios; “luego se los llevan al
Ejército”; “no tardan en llevarse al Comandante, porque lo traen entre ojos”.
De ese tamaño es la envidia del adulto contra un joven que brilla.
En ocasiones, por increíble que parezca, la envidia surge del mismo padre o madre, que al no haber tenido la oportunidad que sus hijo o hija tienen, le ponen verdaderas trabas, para que no le supere. Es increíble, pero cierto. Cuando los años pasan y el hijo resulta un bueno para nada, los papás se preguntan de manera hipócrita "¿qué hice yo para merecer esto?", cuando el padre o madre fueron el grande obstáculo para que el joven fuera destacado.
Cada vez que vemos la cara de tristeza que pone un ex penta al vernos
pasar, vemos a un niño sujetado a cadenas invisibles. Cuando pasado un tiempo lo vemos entre los jóvenes alcohólicos, adictos, en la
calle, sentimos una enorme impotencia de que pudimos haber salvado esas vidas, pero
que esas fuerzas contrarias nos lo arrebataron.
Solo van quedando aquellos que son apoyados por sus padres.
Si contamos el el
papá, contamos con el joven, ellos dos cuentan con la institución
HUGO MORALES ALEJO / CMTE SUB ZONAS ATOYAC- PASO DEL MACHO, VERACRUZ.
3ER OFICIAL DE INFANTERÍA, PERIODISTA
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